Daniel Digés deseaba cantar 2 veces en el festival, ya que eso es señal de haberlo ganado. Pero ya dicen que tengas cuidado con lo que desees, que lo puedes conseguir… Y eso es lo le pasó a Daniel: que lo consiguió, es decir, cantó 2 veces, sin embargo no ganó el concurso. Todo fue debido a que su primera actuación fue saboteada por un espontáneo. A más de uno nos extrañó que apareciera de repente un joven con camiseta negra y gorro rojo. Aquello no concordaba con los ensayos, pero, por lo menos a mí, no se me pasó por la imaginación que aquello fuera obra de un bromista. Un favor que le hizo a Digés al no hablarse de otra cosa en lo días siguientes del festival (también deseaba ser portada de un diario Noruego donde se encontraba Cristiano Ronaldo… qué verdad es eso que hay que tener cuidado con los deseos). La actuación estuvo correcta, con un Daniel que no desafinó y una puesta en escena algo sobria (se echó de menos más colorido), pero que decía algo. Un 15 puesto que no estuvo del todo mal, vistas las posiciones de años anteriores.
Lo que está claro es que en esto de Eurovisión no hay fórmulas que valgan. Este año ganó uno de los países del Big Four: Alemania, que a priori lo tenemos más difícil y donde, además, parece que prima el vecineo y la simpatía a la hora de votar. Es verdad que Uribarri acertaba casi siempre con sus pronosticos, pero España recibió la mayoría de los votos de países del este (con fama de votarse entre ellos exclusivamente). Y acordaos de Alemania, a la que casi nunca votaba nadie en las últimas ediciones. La canción es pegadiza y la cantante no se anda con florituras, sino todo lo contrario. Pero gustó por eso: por su sencillez y naturalidad. Ya que si no sabes subir la voz, no lo hagas (o caerás en el ridículo como Soraya el año pasado y su "memorable" "pata miiiiiiiiiiiiii"). Aquí parece que tenemos que hacer la actuación perfecta: no desafinar, puesta en escena perfecta; pero eso no es lo que luego va a gustar.
Alemania ganó contra todo pronóstico, aunque lo cierto es que no había canción favorita.) De todas la que me gustó fue la de Grecia y su Opa.
En cuanto al festival en sí, lo que más me gustó fue la canción que cantaron justo antes de empezar las votaciones titulada Share the moment (que era el lema del festival). Toda Europa bailando y hasta la encantadora princesa Mette Marit de Noruega se apuntó. Hasta el año que viene en Berlín (¿será Madrid la próxima?).
Lo que está claro es que en esto de Eurovisión no hay fórmulas que valgan. Este año ganó uno de los países del Big Four: Alemania, que a priori lo tenemos más difícil y donde, además, parece que prima el vecineo y la simpatía a la hora de votar. Es verdad que Uribarri acertaba casi siempre con sus pronosticos, pero España recibió la mayoría de los votos de países del este (con fama de votarse entre ellos exclusivamente). Y acordaos de Alemania, a la que casi nunca votaba nadie en las últimas ediciones. La canción es pegadiza y la cantante no se anda con florituras, sino todo lo contrario. Pero gustó por eso: por su sencillez y naturalidad. Ya que si no sabes subir la voz, no lo hagas (o caerás en el ridículo como Soraya el año pasado y su "memorable" "pata miiiiiiiiiiiiii"). Aquí parece que tenemos que hacer la actuación perfecta: no desafinar, puesta en escena perfecta; pero eso no es lo que luego va a gustar.
Alemania ganó contra todo pronóstico, aunque lo cierto es que no había canción favorita.) De todas la que me gustó fue la de Grecia y su Opa.
En cuanto al festival en sí, lo que más me gustó fue la canción que cantaron justo antes de empezar las votaciones titulada Share the moment (que era el lema del festival). Toda Europa bailando y hasta la encantadora princesa Mette Marit de Noruega se apuntó. Hasta el año que viene en Berlín (¿será Madrid la próxima?).