El otro día leí una noticia que me
dejó triste, pero al mismo tiempo aliviada. No esperaba leerla (al menos
ese día) pero a la vez era una noticia esperada. Esperada, tristemente.
Era la noticia de un adiós, de un abandono; de una persona que tenía
que dejar su sueño porque hay algo que no la deja vivir; algo que
tiene ahí y que le retó un pulso que no pudo ganar.
Empezó con toda
la ilusión porque era su pasión y quería saber más y más. Sabía que era
algo difícil pero con un poco de esfuerzo y organización, lo superaría.
Ya dijo que tenía ese algo que, de vez en cuando, le daba bastante
guerra. Era evidente que era la alumna aventajada y todos aprendíamos de
ella. Y ella me aportó más de lo que en principio podía suponer. Fue
una lección en todos los sentidos, hasta en su lucha por seguir y
seguir...
Enseguida ese algo la avisó de que estaba ahí y que tenía
que tener cuidado. Ella cayó y se levantó y todos éramos testigos de que
aquello era bastante serio, que la anulaba en todos los aspectos. Vino
casi tambaleándose aquella vez y pudo, vaya que sí pudo...
Ella
valía y ella hacía más de lo que podía en lo que estaba aprendiendo.
Muchas veces más de lo que necesitaba, incluso. No sabía hacer las cosas
a medias. Y eso fue lo que poco a poco la empezó dejando K.O.
Aquellas
caídas empezaron a hacerse más frecuentes y ya no era una vez si no
muchas las que iba sin tenerse en pie. Ella trabajaba alguna vez sin
necesidad porque estábamos todos ahí y lo que quería hacer sola y sin
ayuda de nadie, la trastocaba más que a cualquier otro. Y encima muchos
cambiaron de actitud hacia ella...
Ese Cokctail Molotov era evidente
que no la ayudaba a mejorar, si no todo lo contrario. Cada vez iba a
peor y a peor. Es entonces cuando pensó en abandonar, en tirar la toalla
pero le dijeron que no, que siguiera. Y ella siguió.
Ella siguió
pero ese algo le estaba retando un pulso del que nunca salía victoriosa.
Y ese pulso se convirtió en una batalla en la que ella era la única
victima. Ella se levantaba cuando podía pero al poco tiempo volvía a
recaer otra vez y otra y otra.
Cada vez estaba peor y cada vez era
más evidente que su lucha estaba tocando su final. Ya hasta la caída se
producía en momentos importantes y totalmente trascendentes. Se hundía
sin poderlo remediar. Sus caídas eran largas y sus recuperaciones
cortas. Hasta que un día estalló como si fuera una bomba. Y ese día
decidió que había que retirarse...
Sin embargo, la animamos a seguir
ya que era el final del camino y si había llegado hasta allí, había que
acabarlo. Quedaban sólo unos metros para llegar a la primera meta y, al
menos, tenía que llegar hacia ella.
Y llegó. La aplaudimos y es
entonces cuando decidió continuar el camino para acabar eso que había
empezado y que tanta ilusión le hacía y que tanto le gustaba y por lo
que había luchado de esa manera. Ya quedaba menos y ella iba a hacer
todo lo posible por acabarlo.
Pero no pudo ser y ese algo ganó la
batalla. Con mucho dolor tiene que decir adiós a ese sueño que se
convirtió en su mayor pesadilla. Es un adiós doloroso, pero ella es lo
primero y el dolor de ese adiós nunca superaría al dolor que le iba a
seguir produciendo ese algo que tiene ahí.
Ahora recibe ánimos y
mucha comprensión. Yo hasta le di opciones para acabarlo. Pero creo que
es mejor que, de momento, no siga. La echaré de menos y siempre me
acordaré de sus amplios conocimientos y de su interés por todo lo que le
rodea. Fue un ejemplo de lucha y coraje, de caerse y levantarse, pero a
veces es mejor no tener que volver a caer otra vez. No, al menos de esa
manera. Ya dicen que una retirada a tiempo es una victoria y es verdad.
Muchas veces no podemos alcanzar nuestros sueños porque ese sueño quizá
no es para nosotros. Y nosotros somos lo primero.
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