Título: Yo fui a EGB 3
Autores: Javier Ikaz/Jorge Díaz
Editorial: Plaza & Janés
Nº de Páginas: 288
ISBN: 9788401015885
Año de edición: 2015
Año de edición: 2015
SINOPSIS DE LA EDITORIAL:
¿Recuerdas los largos y fabulosos veranos que pasabas en el pueblo con tus abuelos?
¿Todavía te sabes de memoria las canciones de los juegos de tu pandilla?
¿Volverías a revivir las anécdotas de clase?
Hay muchas historias de EGB por contar y Jorge y Javi, los creadores de Yo fui a EGB, están dispuestos a acompañarte por todas ellas. Descubre las nuevas sorpresas, emociones y recuerdos que contiene este tercer volumen de Yo fui a EGB.
JAVIER IKAZ Y JORGE DIAZ, LOS AUTORES:
Javier Ikaz nació siendo aún muy pequeño, concretamente un abril de 1978, pero con la total convicción de que no le gustaría ir a clase. Cuando llegó el momento de ponerse la bata y acarrear una pesada mochila descubrió que aquello tampoco estaba tan mal, a pesar de las matemáticas. Hizo muchos amigos de los que se alejaba cuando se ponían a jugar al fútbol, ocasión que aprovechaba para leer y escribir. De hecho la afición la mantiene y le ha permitido publicar varios libros, y gracias a su cinefilía ha dirigido numerosos cortometrajes y un documental. No era mal estudiante y mucho menos bueno, pero finalmente acabó con el libro de escolaridad en un cajón del mueble del salón, junto a un montón de cartas del banco sin abrir, y con un título de informático sin ejercer.
Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de manera profesional.
Desde bien joven desarrolló un oído musical nefasto, a pesar de tener la casa llena de cassettes de todo tipo. Una vez se encontró una moneda de cien pesetas en la calle y descubrió que la vida merece la pena. Desde entonces lee y escribe como si no hubiese mañana. A veces hasta de manera profesional.
Jorge Diaz nació en Bilbao en abril de 1971 y hubiera pasado totalmente desapercibido durante los ocho años de su EGB de no ser por aquellos cuadernos de matemáticas en los que utilizaba la regla hasta para hacer el símbolo "más" y aquella dichosa canción que un profe les mandó inventar y que a punto estuvo de convertirse en el himno del colegio. Siempre suspendía gimnasia, calcaba los dibujos y se ponía rojo como un tomate cuando tenía que hablar en público, ¡imaginaos cuando tuvo que pasar por todas las clases cantando su canción.
Se aficionó a llegar tarde por las mañanas y enseguida descubrió que el pasillo no era ningún castigo. No ganó ni una sola medalla, pero sí un montón de amigos que todavía conserva y a los que sigue llamando por su mote del cole.
De la universidad salió con un título en Ciencias de la Información (Publicidad) que le permitió trabajar como creativo en varias agencias de publicidad hasta que hace un par de años decidió montar la suya propia, Pentsaleku, ese lugar al que mandan a los niños a pensar cuando se portan mal. Además de diseñar, bloguea y, durante los últimos ocho años, ha escrito en un montón de publicaciones hasta hacer de los blogs su profesión y conseguir hablar de música sin necesidad de tener que cantar. Hace muy poco descubrió que ya no se pone colorado.
IMPRESIONES:
Tras el éxito obtenido con el primero
libro de Yo fui a EGB hubo una segunda parte, que acabó con el
tópico de “segundas partes nunca fueron buenas” ya que estuvo
incluso hasta mejor que el primero. Y como ya dicen que “no hay 2
sin 3”, estas navidades, nuevamente, salió el tercer volumen de lo
que tiene pinta que va a ser una enciclopedia como esas que teníamos
todos en el salón de casa tras estar un buen tiempo coleccionando
fascículos.
Este tercer libro, como iréis viendo
en la reseña, es más costumbrista que los anteriores. Quizá sea
como un resumen de lo que vimos en los 2 primeros, pero también
aparecen cosas nuevas porque hay que ver lo que dio de sí esa época
y lo que te hace sacar de la memoria estos libros.
Como seguro sabréis, todo empezó con
un grupo de Facebook llamado Yo fui a EGB donde los administradores
(y ahora autores de los libros) recordaban todo lo relacionado con
los años de la EGB (ese sistema educativo que estuvo vigente durante
los años 70-90). Luego dio paso a un blog del mismo nombre (que se
colgó el día que empezó) y tras el éxito obtenido, qué mejor
forma que pasarlo todo a papel (que era cómo leíamos en esa época).
En la portada de este tercero otra vez
aparece el fui de Yo fui a EGB con la tilde tachada (es el día de
hoy y todavía no sé si hay que ponerla o no). Esta vez sobre una
hoja de 2 renglones como las que utilizábamos para los ejercicios de
lengua y todas aquellas materias donde no teníamos que hacer
cálculos.
Al abrir el libro encontramos una foto
de un salón-comedor de los de la época con su tresillo de skay, su
librería donde no faltaba el mueble-bar o la enciclopedia de turno.
Y, como no, el teléfono de disco sobre su mesa telefonera. Sólo
falta tele, que supongo que estaría donde se ve la radio.
En la parte final aparece la cocina
típica de la EGB con aquellos muebles llenos de armarios, la mesa de
formica y la panera encima de la nevera. ¿A qué con sólo verla os
viene el olor a Cola-Cao?
El libro está divido en 10 partes a
través de las cuales podemos recordar cómo eran los años de
nuestra infancia.
CAPITULO 1: LOS PROFES
Con la foto del inolvidable Don Matías
de la peli de Parchís (foto) empezamos a recordar nuestros años en
el cole con un dictado de esos que había que estar muy atento para
no cometer ninguna falta de ortografía. Luego venía corregido con
esa B inconfundible que todos los profes hacían igual ¿No tendrían
una plantilla?
Muchas veces los profes tenían un mote
que le poníamos los alumnos y que iba pasando de generación en
generación. Yo creo que en todos los colegios había una Doña
Urraca o un Conejo, ya que lo de los animales era muy recurrente. Así
que yo recuerde, en mi colegio había una profesora a la que todo el
mundo llamaba “La Urko” según parece porque tenía una llave que
ponía Urko. Tardé muchos años en enterarme del motivo de su apodo
y nunca me imaginé que pudiera venir nada menos que de una marca de
llaves. Por cierto, era un todo un personaje, la buena mujer, que
tanto daba religión como trabajos manuales (aquello que luego se
llamó Pretecnología) pero que también ensayabas un villancico
mientras ella tocaba el piano. Ya os digo que con este libro salen
todo tipo de recuerdos.
Al menos la profe en cuestión que os
comentaba tocaba un instrumento porque lo que es la profe de música
(a la que llamábamos Betovina) que yo recuerde nunca la vi con una
flauta que nos ensañaba a tocar. Como tampoco vi a ningún profesor
de Educación Física hacer gimnasia o al de dibujo, hacer un dibujo
en la pizarra (por no contar que la profesora que me tenía que
enseñar a hacer punto, yo creo que no sabía ni coger unas agujas.).
¿Será eso de que en casa del herrero cuchillo de palo?
Tras hacer un buen repaso a todos los
libros y material escolar con el que íbamos al cole, el libro
recuerda aquellos juegos que improvisamos con lápiz y papel para
matar aquellos tiempos muertos en los que no teníamos nada que hacer
(por ejemplo, entre clase y clase o cuando faltaba un profesor). Un
juego que nunca faltaba era ese de poner un nombre, apellido, cosa y
animal (o lo que fuera) con una letra. Este juego nunca tuvo un
nombre pero yo juraría que, al menos en una clase a la que fui, lo
llamábamos “rin, rin, pasailabra”. Si eras original y tu palabra
no la tenía nadie te anotabas 10 puntos pero si repetías, te
apuntabas un 5. Y si no contestabas nada, te llevabas un 0,
evidentemente. Al final ganara el que más puntos tuviera. Un gran
juego sin duda.
También estaban, como no, El ahorcado,
el tres en raya o los barquitos (que luego MB se encargó de
materializarlo).
A lo que nunca jugué es a la paella,
pero sé de gente que lo pasaba en grande levantándose cuando decían
arroz, mejillón o calamar. Y, por supuesto, con la paella se
levantaban todos.
Y, como todo no iba a ser diversión,
al final de capítulo tenemos un control sorpresa con 10 problemas de
matemáticas. Ya os digo que saqué un 5, así que aprobé. En él
aparecen esos problemas malditos que decían que la edad de María es
el doble que la de Juan o el de los trenes que se alcanzaban en un
punto. Eso sí, para mí los peores eran los de los grifos; ya que yo
creo que nunca fui capaz de resolver ninguno.
CAPITULO 2: EL DESCAMPADO
La mayoría de los niños de la EGB
vivíamos en barrios que se habían desarrollado durante las décadas
de los 60-70 en los que abundaban los descampados donde los niños
jugábamos cuando no teníamos que ir a clase.
En este capítulo se recuerdan aquellas
canciones que cantábamos durante nuestros juegos. Yo algunas no las
conocía, ya que en cuanto a juegos y canciones se refiere, cada zona
de España tiene los suyos. Y por zona me refiero no sólo a
regiones, si no incluso hasta municipios y barrios dentro de la misma
provincia. Os aseguro que yo que en mi infancia jugué en muy
diversos lugares de España, veía que con sólo moverme un poco de
mi zona habitual, comprobaba como había alguna cosa nueva que en
donde vivía habitualmente nadie conocía.
Teníamos canciones para rifar algo,
como por ejemplo quien se queda a contar al escondite (en algunas
sitios se decía “ligársela”. No veis como ya empieza a haber
diversidad incluso en el vocabulario). De las que vienen en el libro
recuerdo la de “en un café se rifa un pez, a quién le toque el
número 3” (ó el 10 que también valía).
También para la cuerda (donde había
un gran repertorio de canciones). Yo recuerdo la de “una dole tele
catole quile quilete...” que en el libro la incluyen como una
canción para rifar. Por supuesto la de “el cocherito leré me dijo
anoche leré” (que sale en la peli de Los Goonies”). O la de “al
pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan
dinero” o también la de “una, dos, tres, pluma, tintero y papel
para escribir una carta a mi querido Miguel...” (luego la letra que
conocía yo seguía de otra manera a como dice el libro). Con la
cuerda se podía jugar a la barca o a la comba y las canciones
variaban en cuanto a una forma u otra.
A la cuerda jugué muchas veces, pero
en la EGB hubo un juego entre las niñas que la desbancó y fue la
goma, ya que tenía la ventaja de que si había poca gente podías
atarla entre 2 barrotes y así todas podíamos jugar (quedarse parada
con la goma era lo peor que te podía pasar, sin duda). Con la goma jugábamos
a las alturitas donde había que saltarla o a hacer diversos juegos
con ella cantando canciones como la de “patina patina patinaba una
niña en París...” o “Escribe a máquina con más color y verás
la cara de tu profesor...” que arrasó en varios lugares de España
(se jugaba con la goma cruzada y decían que la canción venía de un
anuncio que lo debieron poner en la tele cuando yo no había nacido, ya que nunca lo vi). Y si queríamos jugar en triángulo teníamos la
del “Trina, Trina, Trinaranjus...”.
Había también canciones para los
juegos de palmas donde se trabajaba la sincronización. Una canción
que marcó mucho fue la de “En la calle 24 ha habido un asesinato,
una vieja a matado un gato con la punta de su zapato....”, que
había que repetir la sílaba final y donde a parte de jugar con las
palmas había que agacharse. Si fallabas, quedabas eliminada.
Verdaderos campeonatos había con esta canción que es un auténtica
crónica de sucesos con maltrato animal incluido. Porque estas
canciones, a veces, eran un tanto políticamente incorrectas como una
que trae el libro y que no conocía y que habla de un tal Federico
que mató a su mujer y la hizo picadillo.... Y es que, como veremos
más adelante, estos tiempos fueron un tanto peligrosos...
Y, por supuesto, también estaban las
canciones de las excursiones (en mi colegio hacíamos siempre alguna
excursión cultural y luego la de final del curso, que era la joya de
la corona). Nada más sentarnos en el autobús empezábamos con
nuestro cancionero habitual que incluía éxitos como “una sardina,
2 sardinas, 3 sardinas y un gato” o la de “ahora que vamos
despacio vamos a contar mentiras tralalá”. También estaba la de
“en la puerta del colegio hay un charco y no ha llovido...” si
queríamos destapar algún romance oculto entre los presentes.
CAPÍTULO 3: ¿A QUÉ NO SABÍAS
QUE...?
En este capítulo conoceremos algunas
curiosidades relacionadas con nuestros ídolos de la época. Como se
trata de “secretillos” tampoco me quiero explayar mucho ni
desvelaros nada.
Aquí conoceremos por fin qué era Don
Pimpón, ese muñeco que era intimo amigo de Espinete en Barrio
Sésamo. También sabremos que la polémica estuvo presente en series
como Pumuky (aquel duendecillo pelirrojo que se colaba en una
carpintería) o en La bola de cristal, ya que aquello de “viva el
mal viva el capital” que decía la Bruja Avería no debió gustar a
todo el mundo
También nos enteramos de cosas de
nuestras películas favoritas como Los Goonies, Regreso al futuro o
Indiana Jones.
Y, como no, tampoco la música se
escapa y así conoceremos de donde viene el nombre del grupo Nacha
Pop o que la canción de The final countdown de los suecos Europe no
gustaba demasiado al grupo ya que no les sonaba muy rockera.
CAPITULO 4: MIS TERRORES FAVORITOS.
Si hay una cosa que te gusta hacer
cuando eres pequeño es hablar con otros niños de historias de
miedo. Es cierto que lo pasas un poco mal, pero también esa
sensación de temor, te hace soltar adrenalina y a la vez te gusta.
Eso sí, sin pasarse y sin llegar a grandes extremos, como me pasó a
mí una vez (ya os lo contaré más adelante).
En el capítulo hablan también de
otros tipos de miedos como el de ir al dentista o el de saltar el
plinto en gimnasia. Pero yo me voy a centrar en esos momentos donde
nos poníamos misteriosos contando historias que habíamos oído o
que nos había ocurrido (sí, porque todos teníamos algún suceso
extraño que contar como portazos inexplicables o voces que no
sabíamos de dónde venían).
También había leyendas que pululaban
por toda España como la de la famosa Verónica que había muerto
haciendo la Ouija y que iba a tu colegio (que en todos los colegios
había una Verónica que había quedado entre 2 mundos). También la
de la mano negra que si decías ciertas palabras en el baño después
de tirar de la cadena, venía y te estrangulaba (no conozco a nadie
que se atreviera a invocarla).
Y como no: la chica de la curva, esa
que hacía dedo y que cuando llegaba a una curva peligrosa tras
avisarte del peligro, desaparecía sin más (se dice que ahí murió
una chica hace varios años). Esta leyenda al parecer ya existía en
el Siglo XVIII.
No sé ahora pero durante aquellos años
estaba muy de moda hacer la Ouija y jugábamos con ella como quien
juega a las cartas. Siempre se decía que el vaso se movía por
fuerza mental (pero el caso que yo la hice una vez y la copa corría
por todas las letras).
Y si hablamos de miedo, no hay que
olvidar el cine de terror de la época con películas como
Poltergeist o El Resplandor con aquellas gemelas que aparecían en el
pasillo de aquel terrorífico hotel. (foto).
Tampoco la tele se quedó atrás y así
tuvimos series como Historias para no dormir de Chicho Ibáñez
Serrador o el cortometraje La cabina, que si lo veías no querías
hacer una llamada desde una cabina más en tu vida.
Eso sí, para miedo el que el pasamos
con una miniserie basada en una novela de Stephen King llamada El
misterio de Salem's Lot. En ella aparecía por la ventana un niño
fallecido y se metía en la habitación de su hermano. Recuerdo que
esa noche no quería dormir y no podía ni mirar por la ventana de mi
habitación. Terror es lo que pasé y hasta me oyeron algunos vecinos
por el patio. Os dejo el enlace que encontré en you-tube de la
escena que os menciono (la serie seguía unos capítulos más, pero
no los vi, evidentemente). En el libro hablan de esta terrorífica
secuencia que, sin duda, marcó a muchos niños de la EGB.
También la música tuvo su homenaje al
miedo con el archifamoso vídeo-clip de Michael Jackson, Thriller.
que está considerado el mejor de la historia. Y es que el miedo
puede dar mucho juego, está visto.
CAPITULO 5: DIA DE FERIA.
Este es uno de los capítulos con los
que más he disfrutado, ya que a través de sus páginas recordaba
aquellos días que había feria en mi barrio.
A finales de abril llegaban los
feriantes y empezaban a montar las atracciones con las que nos íbamos
a divertir durante los días que duraban las fiestas. No faltaba el
Saturno, el Saltamontes, El Zig-Zag o aquella barca que se balanceaba
de un lado para otro y a la que nunca me atreví a montar.
Pero si había una atracción reina esa
era los coches de choque. Siempre estaba apartada y al final de la
feria por su magnitud. Se convertía en la discoteca de la feria, sin
duda, debido a la música que ponían y como te podías sentar en
unos barrotes que había alrededor de la pista, ahí sólo faltaba
una barra para consumir una bebida. Nunca faltaban Los Chichos o Las
Grecas, pero también se acordaban de los éxitos del momento como
los de Bon Jovi o Patrick Hernández. A veces nos animábamos y
montábamos (y pobre de ti se quedas atascado en mitad de la pista).
Y si no queríamos esperar a las
fiestas de nuestros barrios o pueblos de vacaciones, podíamos hacer
excursiones a los Parques de Atracciones de Madrid o Barcelona. Sólo
conozco el de Madrid, en el que había atracciones como el Gusano
Loco (aquel que te tapaba con una lona durante un tiempo) o el
Twister (al que yo llamaba la lavadora y que nunca me atreví a montar.
Recuerdo que había gente que echaba la “pota” nada más salir).
Y, como no: La Siete Picos, que durante muchos años fue la montaña
rusa de Madrid por excelencia.
En este capítulo también se hace
mención a 2 habitantes muy importantes de los Zoos de Madrid y
Barcelona: el oso panda Chulín del primero y Copito de Nieve, el
gorila albino del segundo. Sólo conocí a Chulín, que fue el primer
oso panda nacido en cautividad fuera de China. Se convirtió en el
madrileño más famoso de los 80 y en la atracción mayor del zoo
durante aquellos años. Recuerdo que siempre estaba rodeado de gente
que lo quería ver, ya que era como uno oso de peluche. Nos dejó en
1996 sin descendencia. En cuanto a Copito de Nieve, aunque tuvo
muchos hijos, nietos y bisnietos, ninguno sacó su peculiar
característica. Nos dejó en 2003.
CAPITULO 6: EGB CON LOS CINCO SENTIDOS
Este es, sin duda, el capítulo más
difícil de todos, ya que hay sentidos que es complicado recordar a
través de su lectura.
El primero es el olfato y ahí
tendríamos, por ejemplo, el ambientador en forma de pino que
nuestros padres tenían en el coche y que en cuanto montabas en él,
ya te mareabas.
Y, como no olvidar el olor a ceras
Manley o el del pegamento Imedio, que más de un colocón provocó a
algunos niños de la época.
Y si hablamos de olores, no nos podemos
dejar nuestro perfume: Chispas, que para muchos fue nuestra primera
colonia.
El segundo es el oído, con sonidos
“inolvidables” como el de el Spectrum cargando un juego o el de
las primeras conexiones a Internet o cuando codificaban el Canal Plus
y ya no podías ver la película o el partido de la jornada (se decía
que cierta película de los viernes por la noche llegaba a congregar
como a 25.000 personas que no les importaba ver aquello sin
codificar).
En cuanto a sonidos agradables, nos
encantaba la canción de Movierecord que ponían antes de empezar la
película o la de la máquina de petacos que había en todos los
bares (que por cierto ¿os acordáis del ruido de las monedas al caer
de aquellas máquinas en las que había que hacer combinaciones y si
salía premio ganabas un dinero?).
El tercero es el gusto, con sabores
agradables como el de la copa Dalky de Chamburchy (mmmmmm), algo
olvidados como el de la Mirinda (que parece que todavía existe en
algunas zonas de España) o resultones como el del Tang (aquel zumo
que salía de unos polvos a los que había que echar agua).
El cuarto es el tacto donde se lleva la
palma ese juguete (por llamarlo algo) llamado Blandi Blub y que
dañaba más de un sentido.... Y otros que desaparecieron también
como el de las bolsas de leche, el del palo de las bolsas de pipa
(con el pedíamos nuestros deseos) o el de la máquina de escribir,
que también podría entrar perfectamente en los sonidos de la época.
Yo creo que fui de las últimas personas que compró una máquina
de escribir de las antiguas.
Y, por último, la vista. Aquí
entraría la marca de la vacuna que muchos llevamos en el brazo a
modo casi de tatuaje, la cuchara doblada Uri Geller (recuerdo que
cuando lo vi en la BBC en Inglaterra, conté como pude en inglés que
ese hombre había arrasado con todas las cucharas de España) o el
cruce de piernas de Instinto Básico, del que se dice que es el
momento donde más se utilizó más el Pause Still del vídeo para
pararlo. Nunca cruzar las piernas dio tanto juego.
Pero si hay algo que no volveremos a
ver serán las pesetas, que nunca tendrán la personalidad de los
Euros. Al menos yo sigo pensando en ellas todavía, sobre todo, cuando
se trata de grandes cantidades de dinero. Sin duda, la peseta, es una
auténtica seña de identidad de la EGB.
CAPITULO 7: ¡CÓMO HEMOS CAMBIADO!
Este capítulo se puede considerar como
un resumen de todo lo que conlleva el fenómeno nostálgico Yo fui a
EGB, ya que en él vemos cómo han cambiado los tiempos desde que
eramos pequeños hasta ahora.
Por ejemplo, a la hora de jugar no se
tenía en cuenta el peligro que podíamos correr y así encontrábamos
columpios sin colchonetas en el suelo, por lo que si te caías ya
sabías lo que te tocaba...
Así, ahora vemos descabellado aquellas
ideas para jugar que nos sugerían en los yogures Danone en las que
nos incitaban a jugar con fuego o aquellos juguetes que hoy en día
no hubieran cumplido ninguna normativa de seguridad o incluso
juegos de mesa para hacer experimentos químicos o para realizar
sesiones de espiritismo con la familia. Ya os decía antes que estuvo
muy de moda jugar a la Ouija, pero que una famosa marca la vendiera
como un juego de mesa familiar era demasiado.
Tampoco existía el concepto de lo
“políticamente correcto” y se consideraba gracioso que un niño
se hiciese una foto con un cigarro en la boca, que en la cinta de
Arévalo se anunciase que había chistes de “mariquitas” y
gangosos o que en un famoso sketch de Martes y 13 saliese Millán
disfrazado de mujer diciendo aquello de “mi marido me pega”.
En cuanto a la publicidad, es cierto
que hubo anuncios inolvidables, pero ahora muchos de ellos no
pasarían ni un filtro ya fuera por el alto contenido machista que
tenían o por lo inapropiado para el público infantil. Así, había
un anuncio de cerveza donde un niño la bebía, otro anuncio de
Nocilla que tenía como lema que era “la merienda para los hombres
fuertes” y otro anuncio que decía que que cierta bebida alcohólica
era buena para que a los niños les entrase las ganas de comer.
Recuerdo que mi madre ya detectaba el machismo en muchos anuncios y
se indignaba que una conocida marca de fregar los cacharros tuviese
uno en la que salía una mujer fregando y llegase un hombre diciendo
que “mi mujer también lo usa”.
En aquella época era muy normal ver a
gente bebiendo alcohol y fumando como si tal cosa (o si no recordar
al humorista Eugenio). Ambos hábitos estaban tan introducidos en
nuestra sociedad que se veía con auténtica normalidad que en la
caja de un juego de mesa saliese una familia donde el padre, a parte
de sus gafas de cerca, tuviese una caja de cigarrillos. Nunca
olvidaré cómo en un capítulo de Barrio Sésamo salió un padre que
al llegar a casa abría el mueble-bar y se preparaba un pelotazo como
la cosa más natural.
Mención a parte hay que hacer de los
anuncios de coches donde se llegaba a incitar al personal a cargarlos
hasta los topes y a alcanzar más de 140 km/h. Por no hablar de
aquellos niños que aparecían durmiendo tumbados tapados con una
manta en el asiento de atrás de un coche... Ya visteis cómo eran
nuestras sillas de seguridad de la época...
Pero que levante la mano quién comió
cigarrillos de chocolate, viajó en un coche con más de 5 ocupantes
y sin cinturón de seguridad, jugó con el mercurio del termómetro
cuando se rompía o quemó una nube del kiosko antes de comerla (os
confieso que yo hice todas esas cosas antes de cumplir los 18).
Y es que algunas cosas cambian,
afortunadamente, para bien.
CAPITULO 8: ¡VAYA MENTIRA!
En este capítulo vemos las mentiras
que nos contaban a los niños de la época. Muchas eran mentirijillas
inofensivas pero también estaban las que procedían de las
habladurías de la gente y que se llegaban a convertir en auténticas
leyendas urbanas. La más conocida es aquella que decía que había que
esperar 2 horas de la digestión para bañarse (hay quien todavía lo
cree) o que si te tragabas un chicle se te pegaba en la tripa. Las
chicas teníamos una que nos avisaba del peligro de lavarse de la
cabeza cuando estábamos con la regla (o te volvías loca o se te
cortaba de repente). Y no digo nada, cuando llegó el Tampax... Tanto
fue el revuelo que causó y todo lo que se oía entorno a él, que la
marca tuvo que hacer una campaña incitando a la gente a utilizarlo
(con la famosa frase “y no pasa nada, nada”).
Había grandes leyendas urbanas como
que Marilyn Manson es el niño de las gafas de Aquellos maravillosos
años o que las alcantarillas de Nueva York estaban llenas de
cocodrilos porque como había estado de moda tener este animal en
casa como mascota, mucha gente al no saber qué hacer con ellos
cuando crecían, se veían obligados a tirarlos por el water y así
había un auténtico zoo en el subsuelo de la Gran Manzana.
Al final hay un test para acertar si
eran ciertos los rumores que corrían en torno al pasado de Miguel
Bosé como actor porno o si Pajares y Esteso aparecen en la película
de Bud Spencer y Terence Hill “Y si no, nos enfadamos”
Y sí, existió la Nocilla con sabor a fresa
CAPITULO 9: LOS ABUELOS
Este es un capítulo entrañable para
homenajear a los abuelos de la época (tan diferentes a los de
ahora). En este sentido, no todos nos podemos ver reflejados del todo
en él, ya que está enfocado, sobre todo, a aquellos niños de
ciudad que tenían sus abuelos en el pueblo y los iban a ver en
vacaciones. No fue mi caso, pero aún así he visto los veranos de mi
infancia donde las tiendas tenían esas cortinas de colorines (pero
que también veía en las tiendas de mi barrio).
Y como no, los helados de Camy (el Colajet y el Nifty eran mis preferidos), las galletas de Cuétara, el
Flan Chino mandarín o aquellas casas de pueblo donde nunca faltaba
el orinal debajo de la cama (lo siento, pero nunca fui capaz de
utilizarlo bien), la tabla de lavar, el interruptor de pera o el
transistor que todos los hombres llevaban en la oreja para escuchar
el partido o el debate.
Cuando los niños íbamos de vacaciones, desaparecíamos y nadie sabía de nosotros. Si acaso, recibías una carta o una postal contando lo bien que lo estabas pasando. De vez en cuando, llamabas a tu familia desde una cabina que nunca cerrabas del todo por miedo a quedar a atrapado o desde un bar donde había un teléfono con un marcador que te cobraba por pasos y que nunca acabaste de entender su forma de cobro... Para el whatsapp todavía quedaba...
Cuando los niños íbamos de vacaciones, desaparecíamos y nadie sabía de nosotros. Si acaso, recibías una carta o una postal contando lo bien que lo estabas pasando. De vez en cuando, llamabas a tu familia desde una cabina que nunca cerrabas del todo por miedo a quedar a atrapado o desde un bar donde había un teléfono con un marcador que te cobraba por pasos y que nunca acabaste de entender su forma de cobro... Para el whatsapp todavía quedaba...
CAPITULO 10: LISTAMANIA
El libro acaba con listas de todo tipo para recordar cosas de la época. Como si fuera un álbum de cromos, aparecen películas de terror, de comedia y de aventuras. También presentadores de TV, programas infantiles o series extranjeras. Y, como no, la lista de nuestros ídolos con guaperas de la época como Tom Cruise o David Summers o sex symbols como la italiana Sabrina, que alegró la vista a más de uno una nochevieja. Finalmente tenemos 2 listas de regalos de comunión (una de los deseados y otra de los no queríamos y siempre aparecían).
CONCLUSION:
Los que me seguís ya sabéis que me
encanta todo lo relacionado con esta época y que, incluso, colaboré
en el primer libro con una foto mía. Así que este año,
aprovechando que los autores pasaron por mi ciudad, fui a verlos para
que me firmaran este libro (ya que los 3 pesaban demasiado). Y, una
vez más, he disfrutado recordando a través de sus páginas cómo
fue mi infancia y juventud y ver cómo los tiempos cambian para bien
en algunas cosas. Que en otras, cualquier tiempo pasado, nos parece
mejor. Por lo demás, no puedo dejar de recomendar este libro, que no
creo que sea el último de esta saga ¿Tendremos al final de año más
fascículos? El tiempo lo dirá.
Qué bueno!!!
ResponderEliminarMe encanta estos libros =)
Besotes
Y yo con el primero en casa aún sin leer.
ResponderEliminarBesos.
Tengo los dos primeros y me encantan
ResponderEliminarBesos
No me he atrevido, pero igual ha sido un error. Lo reconsideraré.
ResponderEliminarSaludos
Te aseguro que los 3 están muy bien.
EliminarComo te lo curras, estupenda reseña! qué tiempos aquellos! Besos
ResponderEliminarMe encantaría. Solo leí el primero y me quedé con ganas de más. A ver si me puedo hacer ocn los dos previos. Besos.
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