Título: El paciente impaciente y otras anécdotas de la Boticaria García
Autor: Marián García
Editorial: La esfera de los libros
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 376
ISBN: 9788490602973
SINOPSIS DE LA EDITORIAL:
«Deme mis pastillas de la tensión, esas que son blancas y redondas». «¿Usted cree que si me tomo una copita de orujo con estas píldoras tendré muchos efectos perversos?». «Anda bonita, si no tienes ningún termómetro empezado sácame uno nuevo y de aquí a un rato te lo devuelvo impecable».
Sí, créaselo. Estas son solo algunas de las frases habituales que pueden escucharse en la farmacia de la Boticaria García. Reales como la vida misma y pronunciadas por personajes tan peculiares como el Paciente Cotilla, el Paciente con Dentadura Postiza, la Madre Primeriza, la Paciente Beauty, el Niño de los Recados… ¡Todos ellos creyendo que siempre tienen razón! Y al otro lado del mostrador, encomendándose al Santo Job para poder atenderles como se merecen, elFarma-rural, la Farmapija, el Farmahierbas, el Farmatuitero…
En este divertidísimo libro su autora, Marián García —conocida como Boticaria García tras el éxito de su blog, con más de 200.000 visitas mensuales—, ha recopilado las anécdotas más disparatadas para ofrecer a los lectores una radiografía de la parroquia que desfila por las farmacias españolas. Una visión de los usos y costumbres de esa clientela que da patadas al vademécum pero, eso sí, alegra los días de quienes trabajan de cara al público.
MARIAN GARCIA, LA AUTORA:
Marián García creció en la rebotica de una farmacia manchega donde no solo aprendió a andar, sino también los entresijos de una profesión que acabaría convirtiendo en la suya propia. Podría decirse que es boticaria desde la cuna, pero decidió darle un toque oficial pasando unos años por la Complutense, de donde salió como licenciada en Farmacia y doctora en Nutrición.
Entre sus aficiones, además de matricularse compulsivamente en la universidad (también estudió el grado de Nutrición Humana y Dietética y la diplomatura de Óptica y Optometría), siempre ha estado la de escribir. Empezó el blog Boticaria García para aunar afición y profesión y, de paso, intentar ganar alguna batalla al Doctor Google haciendo divulgación sanitaria de forma amena y sencilla.
Este libro recoge algunas de las disparatadas situaciones que la autora ha ido encontrando al otro lado del mostrador, tanto en la farmacia rural de Cuenca, donde pasó largos años, como en la actual, a pocos kilómetros de Madrid.
IMPRESIONES:
La
farmacia es, sin darnos cuenta, un lugar en el que pasamos buena
parte de nuestra vida. Es más; estamos ahí incluso antes de nacer,
ya que nuestras madres tienen que pasar por una farmacia para hacerse
el test de embarazo y durante el mismo empiezan a ser asiduas a este
establecimiento.
Y
no digo nada, cuando nacemos... Que si los biberones, las papillas,
los chupetes... Y luego los jarabes y las inyecciones... Todas las
familias necesitan una farmacia cerca de su casa y todos tenemos una
farmacia de referencia y de confianza donde compramos los
medicamentos que nos manda el médico cuando estamos malitos. O
bueno, muchas veces ni pasamos por la consulta de nuestro doctor de
cabecera y si nuestra dolencia no es muy grave, vamos directamente a
hablar con nuestra boticaria particular para que nos de algo que nos
alivie (y cure). Algo para lo que no haga falta receta, claro.
Si
hacemos cuentas, en la farmacia estamos siempre y si nuestros padres
fueron antes de que naciéramos, luego nos puede tocar a nosotros ir
alguna vez por lo mismo... Es un bucle, ya veis.
Por
este motivo, la farmacia se convierte en un lugar donde se concentra
gente de muy diversas edades y situaciones, lo que da lugar a
infinitas anécdotas y vivencias de todo tipo. Bueno, qué digo
“gente de muy diversas edades y situaciones”, en realidad ahí se
concentra todo el mundo, desde bebés a ancianos, pasando por
adolescentes y padres de familia. Cada uno con unas necesidades
distintas, obviamente.
A
mí la farmacia es un sitio que siempre me llamó la atención e
incluso estuve pensando en estudiar para trabajar en estos
establecimientos, pero al final me decanté por otros estudios. Y en
plena decisión acerca de que podría estudiar, apareció este libro
que habla de las anécdotas reales que ocurrieron en una farmacia
(primero rural y luego de barrio). Y es que si se trabaja al otro
lado del mostrador, uno se puede encontrar de todo y si es en una
farmacia, ya os podéis imaginar... Por cierto, el hecho de que al
final no quise terminar trabajando en una farmacia, no tuvo nada que
ver con la lectura del libro. Es más, si estáis pensando en
estudiar algo relacionado con farmacia (ya sea la carrera o el
módulo), este libro debería ser obligatorio. Comencemos a hablar de
él...
El
libro comienza con una introducción en la que la autora se nos
presenta diciendo que está ahí “por obra y gracia del orden
alfabético”, ya que sus padres cuando estudiaban Farmacia tenían
que sentarse juntos en el laboratorio debido a sus apellidos. Y así
surgió el amor, que les llevó a abrir una Farmacia rural en un
pueblo de Cuenca donde ella nació. Así que su destino estuvo claro
siempre: tenía que estudiar Farmacia (una carrera donde abundan las
mujeres. Y si no fijaos la de pocos farmacéuticos hombres que hay).
Marián
García, la autora, se puede decir que ha mamado la vida de una
Farmacia, así que os podéis imaginar lo que ha tenido que ver y
escuchar esta mujer estando detrás de un mostrador de este
imprescindible negocio.
Lo
primero que encontramos en una buena selección de los tipos de
pacientes que entran por su farmacia. Esta peculiar clasificación
ocupa casi todo el libro y en ella aparecen gente como la madre
primeriza o el paciente enamorado (ese que entra porque le gusta una
de las dependientas y no se atreve a decírselo).
Nunca
falta tampoco el paciente pedigüeño que se muere por tener una
muestra de cada producto en su casa . Y pobre de la farmacéutica que
le escatime alguna de esas cotizadas muestras: el pedigüeño se lo
tomará como una auténtica ofensa. ¿Qué es eso de dar esos regalos
a su cuñada o a su suegra y no él? XD:
Aunque
puestos a pedir (valga la redundancia), el pedigüeño se creerá que
toda la farmacia es suya y si se necesita unas tijeras, allá
acudirá. Lo que sea menos comprar el objeto en cuestión, que para
eso está la farmacia.
También
tenemos al niño o al marido de los recados (esos que van a comprar
de parte de la mamá o de la mujer). Normalmente acuden con papel en
mano con el producto apuntado en cuestión. Pero lo mejor en estos
casos y para evitar incidentes (o conflictos familiares) es eso de
“ante la duda, llama a mi madre” (o a mi mujer). Y en esta era de
los móviles y de los whatsapp, donde la comunicación es rápida e
instantánea, el consejo no puede ser más acertado.
Otra
que aparece siempre es la paciente abuela y en este apartado
encontramos un peculiar estudio que se encargó de hacer la autora
entre sus pacientes-abuelas. Con un muestrario de 100 abuelitas
podemos ver cómo son las abuelas de nuestro país prácticamente.
Desde las abuelas “full time” a las abuelas que ven a sus nietos
de vez en cuando porque viven en otra ciudad (en el mejor de los
casos), en este capítulo vemos cómo una farmacia se puede convertir
en auténtico lugar para hacer todo tipo de estudio sociológico (y
bueno, psicológico también, para que nos vamos a engañar).
Un
paciente que me hizo mucha gracia es el “Rectal” que al leer en
el prospecto eso de “vía rectal” para usar un supositorio, el
bueno hombre se tomó al pie de la letra lo de recta y pensó aquello
que aprendíamos en el colegio y que decía lo de “el camino más
corto entre 2 puntos es la línea recta” y decidió meter el
supositorio, así, “por la recta”.
Eso
sí, como anécdota para enmarcar la protagonizó una tal Gregoria,
que quería toda costa la almohadilla de tinta para estampar el sello
de la farmacia. Ni en el mejor guión de novela de intriga o de
película policíaca aparece el “leit motiv” que le llevaba a
Doña Gregoria a pedir semejante objeto. No os sigo contando, pero os
aviso que todo es muy tétrico y hay que adaptarlo al carnet de
identidad que usábamos antes...
Y
adaptándonos a los nuevos tiempos, vemos como ya aparece el paciente
Google (ese que se las sabe todas encomendándose a San Google
Bendito de Todos los Santos). De hecho, viendo la pobre boticaria que
no podía con el enemigo, se unió a él y decidió ella misma usar
Internet como arma informativa creando un blog de enorme éxito.
Y,
por supuesto, tenemos a la cotilla del barrio que no sabe qué hacer
para enterarse de la vida de todos los pacientes que pasan por la
botica o la pija que eso de Aloe Vera le suena a Loewe. O al moroso
que se acostumbra a llevarse los medicamentos (o lo que se le antoje)
“by the face”. Y como no: el que va a pesarse nada más (me
identifico). Cuenta una leyenda que un farmacéutico de Soria
amortizó una báscula, así que imaginaos lo que es tomarse la
tensión, que la mayoría de las veces es gratis. Vamos, que las
farmacias a veces se convierten en auténticas ONG's. Por cierto, yo
voy a una farmacia donde te puedes pesar gratis (y es que si se sabe
que la dueña está forrada de por sí, para qué quiere pedir 1 euro
por pesarte. Eso sí: te da hasta tu IMC y todo. Para que luego
digan).
Leyendo
este libro, me daba cuenta que los tipos de clientes que acuden a una
farmacia no son mucho más diferentes que los que acuden a otra clase
de negocio. Que al final son las mismas personas y son iguales tanto
si van a comprar pan como sin van a comprar un medicamento. Yo que
trabajé mucho de cara al público, según iba leyendo los distintos
pacientes, sentía que conocía a muchos de ellos. Eso sí, después
de ver el amplio abanico de gente asidua a dicho establecimiento, hay
uno que me llamó la atención y es el Paciente Perfecto que es aquel
que lo hace todo bien. Y parece ser que no es una leyenda urbana y
que existe de verdad. Lo malo que como no destacan por nada concreto
que hasta nos pueden pasar desapercibidos, los pobres.
Y
como lo más importante de una farmacia al fin y al cabo son los que
las regentan, la autora también hace una clasificación de los tipos
de farmacéuticos que podemos encontrar detrás del mostrador. Entre
otros tenemos al “farmasaurio”, que es aquel boticario que quedó
anclado en el pasado y no conoce lo que es un ordenador si quiera
(mejor que no se encuentre con el paciente Google). Sobrevive alguno,
pero supongo que esta especie estará en peligro de extinción y como
ocurrió con los dinosaurios, su destino será desaparecer de la
tierra para siempre.
También
encontramos al “farmagaláctico”, que probablemente se crea un
fichaje de Florentino Pérez para el Real Madrid. Su farmacia no es
la clásica botica de las de siempre, si no que aquello parece sacado
de la segunda parte de Regreso al futuro, donde todo era muy
futurista. Al final hasta te venden maquillajes y el personal viste
con un uniforme alejado de la bata blanca convencional. Supongo que
aquí comprará la paciente pija, o sea.
Porque
la pija de la capital no se llevará nada bien con el farma-rural,
ese dueño de una farmacia de pueblo pequeño donde la pija acude de
vacaciones (y bueno, esas farmacias supongo que no tendrán mucho que
ver con las del farmagaláctico que sueña con ser estrella del Real
Madrid).
Claro
que también hay una versión pija de farmacéutica que convertirá
su negocio en la sección de perfumería y dietética de El Corte
Inglés. Con la paciente pija ni fu ni fa pero con el rural... Le
ocurrirá lo mismo que a la paciente pija con el farma-rural.... Y es
que eso de que los extremos se atraen, en la farmacias como que no
funciona.
Y,
como no, también tenemos al Farmainvisible, ese titular que sólo va
a la farmacia para hacer caja y poco más. El negocio se lo llevan
sus empleados y él se dedica a otros menesteres (como jugar al
golf). Eso sí, a este tipo de farmacéutico, la crisis se lo llevó
a mejor vida y ahora es muy raro encontrar una farmacia con un dueño
desparecido en combate; algo que se puede extender a todo tipo de
negocios, ya que si os fijáis desde que nuestra economía cayó en
picado, todos los dueños acuden a trabajar como un empleado más.
Y
con toda la clasificación de pacientes y boticarios hecha, la autora
dedica un capítulo a una noche de guardia donde según la hora de
apertura, así serán los pacientes que acudirán al establecimiento.
Por
último, la autora nos hace un glosario por orden alfabético de las
patadas que la gente da al vademécum (el diccionario de los
farmacéuticos). Así encontramos el virus de Iberdrola, el ácido
borrico, pacientes con las alterias (o arterias) altas o que toman
cláusulas o alubias para curar su tensión. También están los que
se ponen los “depositorios” por la vía rectal (ya sabéis, por
la recta) y ninguno quiere, como no, que sus medicamentos les
produzcan “efectos perversos”. Y hay uno con el que me siento
identificada y es el Espidifén, que nunca sé pronunciar y como una
no quiere bajo ningún concepto meter la pata en público con una
palabra, prefiere las aspirinas de toda la vida y ya está (que para
eso hice la EGB y lo sabéis). Tampoco lo del Ibuprofeno lo llevo
demasiado bien, así que nada (menos mal que la aspirina me va bien
que si no...).
Pero
lo mejor fue ese Paciente-Rural que dijo que su hija había tenido un
“alboroto" con el “féretro” muerto después de una
“necesárea”. Lo que está claro que para trabajar en una
farmacia hace falta saber todo tipo de dialectos y tener mucho
ingenio (y parece ser que aquí lo del Google no funciona mucho).
CONCLUSION:
De
verdad que recomiendo este libro a todo el mundo tanto si se está
relacionado con este mundo como si no. Al fin y al cabo a nadie una
farmacia le parecerá un sitio ajeno, ya que es evidente que aunque
sea muy de vez en cuando, acudimos a un establecimiento de estos. Con
él te ríes aunque también muchas veces te echas las manos a la
cabeza comprobando la de anécdotas de todo tipo que se pueden dar
ahí. Durante su lectura, además, se me vino a la memoria aquella
serie de Antena 3 llamada Farmacia de Guardia y que giraba en torno a
una farmacia con sus clientes habituales y sus mancebas bastante
atípicas que les tocaba tener. Como no podía ser de otra forma, os
lo recomiendo totalmente, ya que os encantará (y hasta os sentiréis
identificados muchas veces). IMPRESCINDIBLE.
Yo no estoy para nada relacionada con el mundo farmacéutico pero estoy convencida de que me reiría muchísimo con este libro. Me lo apunto, que seguro que me gusta
ResponderEliminarBesos
Pues no me hubiera fijado en este libro, pero creo que echaría muy buen rato con él. Lo voy a tener en cuenta.
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo creo que estos libros se disfrutan más cuando tienes alguna vinculación con la profesión por lo que no estoy segura de que fuese para mí.
ResponderEliminarTe puedo asegurar que se disfruta igual tanto si se tiene que ver con el mundo de la farmacia como sí no. Y a partir de entonces mirarás una farmacia de otra manera.
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