domingo, 21 de agosto de 2011

Amarga tarde

A menudo evoca esa tarde en la que presidía la mesa. Había estado esperando ese momento con tanta ilusión y alegría, que se imaginaba aquella tarde llena de risas y buen rollo. Y aquello fue totalmente distinto y lo único que le apetecía era ponerse a llorar…

Veía que los que la rodeaban (esos mismos que la habían ignorado o molestado) no le dirigían la palabra y no tenían nada que decirle. Se habían valido de su ingenuidad y ganas de integrarse y le habían tomado el pelo. No apareció casi nadie y los que estaban le hacían sentir en la más absoluta soledad.

Quería que aquello acabase… Notaba que se le saltaban las lágrimas por momentos. Y más cuando veía que la santa se desvivía por ellos sin merecerlo en absoluto. Ella se llevó las manos a la cabeza cuando supo a quien tenía que recibir, pero accedió por amor. Prepararon todo con tanto esmero y cariño, para que aquello acabase de una vez. Eso pensaba… Ni se molestaron en probar nada y estaban ahí por hacerle un favor. O por desfachatez en uno de los casos. Y mucha sinvergonzonería, además. Ella quería abrazarla y llorar amargamente. Pedirle perdón por ese error… Reírse de ella, de lo que más quería el mundo…. Ella que le dio la vida y sólo quería verla feliz. Su referente desde siempre.

Una tarde para olvidar y que marcó los siguientes meses. Se lo estuvieron recordando durante tiempo y le valió para hacerse más enemigos todavía… Por si no tuviera pocos.

Pasó un año y la fecha volvió. En poco tiempo era todo tan distinto… Ya no estaban ahí y habían desaparecido de su vida (para siempre, sería). Pero esa fecha tenía que llegar… Ese maldito aniversario imposible de olvidar, dado que fue en el día más importante de su vida. Estaba todavía todo muy reciente; tanto que hacía 1 mes que había tenido que huir de su casa por una fiesta parecida. No podía aguantar ese recuerdo tan amargo, que le hizo prometer no volver a celebrar nada más en su casa. Y así sería. El día del primer aniversario todavía podía notar las lágrimas a punto de caer de sus ojos. Eran vacaciones, como siempre ese día y cumplió con su deber escolar propio de esas fechas.

Y siempre se acordará de aquella tarde maldita en la que se dio cuenta lo que la quería. En la que se dio cuenta que no hay peor soledad que la que te hacen sentir los que están a tu lado. A tu lado, entendido en el sentido literal. Estaban al lado de aquella mesa que nunca tuvo que prepararse, pero se sentía como si estuviera en el espacio sideral con nada a su alrededor. Sólo veía la estrella cuando ella aparecía. Sabía que nunca la abandonaría.

Pasaron los años con ese borrón del que nunca quiso volver a hablar. Esa tarde que borraría de sus recuerdos si pudiera y que le hizo renegar que conocía a ese que estuvo ahí… Ese ser despreciable que le hacía sentir inferior y que no volvería a nombrar si quiera. Ni hacer referencia a su existencia.

Sin embargo, el recuerdo sigue ahí. Y ahora se encuentra describiéndolo en la misma habitación donde aquella tarde presidía la mesa.

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