- Título: La piscina
- Autor: Yoko Ogawa
- Editorial: Funambulista
- Año de Publicación: 2012
- Nº de Páginas: 104
- ISBN: 978-84-939855-6-1
Yoko Ogawa se ha convertido de mi autora de cabecera. Es una
escritora que descubrí el año pasado de forma casual en una biblioteca de mi
ciudad y una vez que leí Perfume de hielo me empezó a picar la curiosidad por
toda su obra. No se trata, pues, de una escritora a la que sigo gracias a los
blogs y las redes sociales como es el caso de Kate Morton (de la que leí todo
ya), sino que se debe a mi decisión propia por descubrir todo lo que escribe la
escritora japonesa más leída de los últimos tiempos.
Pero que sea una de mis escritoras preferidas, no quiere
decir que toda su obra me guste por igual ni mucho menos. En ese sentido, es
una autora de sensaciones diferentes: hizo que
La fórmula preferida del profesor me entusiasmara y se convirtiera en una de mis novelas favoritas (algo
difícil para los que leemos asiduamente); sin embargo me dejó decepcionada con
el final no aclarado de
Perfume de hielo pero me sacó más de una sonrisa con
La niña que iba en hipopótamo a la escuela. Y, en cambio, prefiero no hablar de
El embarazo de mi hermana (que yo creo que nunca un libro me dejó tan mal cuerpo). Recientemente
leí
La residencia de estudiantes, que a más de una nos dejó
plof. Pero lo
cierto que con toda esta diversidad de sensaciones una cosa está clara:
Yoko
Ogawa sorprende y nunca deja indiferente. Y esto, en los tiempos que corren en
la que la mayor parte de las novelas son todas iguales, es de agradecer. Es una
escritora que aunque tiene unas pautas establecidas como los personajes frikis
o las estancias misteriosas y puede parecer que se repite una vez más, lo
cierto que todas sus novelas son distintas unas de otras. Tan distintas y tan
iguales a la vez.
En parte puede compararse con
Pedro Almodóvar, director al que sigo (a
pesar de no ser cinéfila) pero que no siempre me deja satisfecha. Aún
así, procuro verlo todo de él. Sus películas tienen un sello
inconfundible, pero lo mismo que me entusiasmó
Volver, me parece que
Pepi, Luci, Bom… es para echar a correr (por mucho que se le quiera ver
cierta gracia a esa película). Son de estos creadores que aunque no
siempre te convenzan no puedes estar sin ellos.
Por eso en cuanto la
Editorial Funambulista
me habló de esta novela, no me lo pensé 2 veces. Además, eso de la piscina me
retrotrae a los veranos de mi infancia, que cuando estaba sin playa, se
convertía en un sustituto perfecto para paliar el calor sofocante de la meseta.
Me encanta el olor a cloro, los chapuzones… Pero ya os digo que esta piscina
está lejos de esos lugares donde nos tumbamos con la toalla en el césped
después de un buen chapuzón. Esta piscina es otra cosa.
ARGUMENTO:
Aya es una niña que vive en el orfanato que regentan sus padres. Su estancia es tediosa ya que sus progenitores están más preocupados en atender el lugar que en hacerle caso a ella. Se siente sola y, en parte, hasta huérfana como sus compañeros. Todos pertenecen a familia desarraigadas como su compañera de habitación o Jun, un joven que practica saltos de trampolín. De este modo, el único entretenimiento de Aya es ver todas las tardes a Jun tirándose a la piscina desde la plataforma. Le gustan sus saltos que da para meterse en la piscina y, por supuesto, le gusta él. Desde una grada, casi escondida lo observa practicando ese deporte. Mientras, se entretiene con los otros niños del orfanato, pero con juegos y aficiones un tanto especiales.
OPINION PERSONAL:
Esta historia pertenece a un subgénero que parece típico en
las novelas de Yoko Ogawa: relato corto con final desconcertante. Quizá esté en
la línea más bien de El embarazo de mi
hermana, porque aquí el final también queda claro, aunque tengas que mirar unas
páginas atrás por si se te pasó algo. Tengo que decir que la historia me
resultó aburrida en parte, sin mucho aliciente y con ganas de saber si el final
me iba a sorprender o no. Por eso cuando llegas, casi te quedas un poco sin
saber qué decir. ¿Es una buena historia? ¿Algo no entendí? Y bueno, queda todo
bien claro, pero sin sobresaltos. Es el final justo y sacando conclusiones de
cómo es en realidad Aya.
Aya es la narradora de la historia y casi sabemos su nombre
de casualidad, ya que hasta casi al final, no aparece cómo se llama. Este
elemento también es muy común en los libros de la japonesa, pero aquí, prácticamente
sabemos cómo se llama todo el mundo. Y como ocurre en sus otras novelas hay
pocos personajes y la acción se desarrolla en pocos espacios: el orfanato y la
piscina. No se puede decir que haya ningún misterio en ellos, pero el hecho de
que un sea un orfanato con niños sin familias da un toque triste a la historia,
lógicamente.
También Aya es el personaje más elaborado y la que nos
trasmite todas las sensaciones de la historia. Me ha resultado una niña de
malos instintos y en parte con un halo de misterio, pero con esos juegos que
hace con un bebé de apenas 1 año, te da la impresión de que muy bien de la
cabeza no debe andar. Aya no me ha gustado nada, me ha parecido mala persona y
ni si quiera su amor platónico con Jun me ha resultado enternecedor. Más bien
da la sensación de que es más una manía que otra cosa.
Nuevamente el deporte está presente en la historia. Tengo
que decir que cuando empiezo una novela de esta escritora me preguntó qué
deporte habrá en ella (que ya casi me parece más importante que el argumento de
la misma). Además son deportes minoritarios en nuestro país (o en algún caso prácticamente
inexistente como el béisbol). Esta vez le toca el turno a los saltos de trampolín,
deporte que suelo ver en las olimpiadas. Me encantan esos dibujos que hace el
saltador para entrar en el agua: carpas, tirabuzones, volteretas… Pero, ya os
digo, es un deporte que se suele seguir cada cita olímpica que es cada 4 años. Este
lo veré, seguro y seguro que me acordaré de este libro.
Pero bueno, es prácticamente de lo que me acordaré: de los saltos de trampolín. Porque por lo demás, es un libro que no me ha aportado nada y me ha parecido una historia sin más, con un personaje malo con el que no empaticé en absoluto. Sin embargo, Jun si me cayó bien, ya que al menos le dijo lo que pensaba de ella.
Quizá con más páginas hubiera estado mejor, ya que reconozco que es difícil condensar una novela en tan poco espacio. Tiene más mérito, obviamente, pero quizá sea mejor para los lectores, historias más trabajadas, ya que tampoco es a veces cierto lo de “lo breve si bueno, dos veces bueno”.
En cuanto a la forma en que está escrito, nos encontramos con una narración minimalista muy típica de la escritora, donde no hay casi descripciones y donde se dice lo justo. Es una narración difícil y tengo que decir que Yoko Ogawa siempre logra una gran narración. Sin embargo, aquí el fondo falla y la historia quizá tendría que tener más páginas, ya que me ha dado la sensación de no ser más que la vida de una niña rarita que se entretiene viendo cómo un chavalín salta en una piscina. Y
con la que hay tener mucho cuidado.
CONCLUSION:
No nos encontramos con la mejor novela de Yoko Ogawa
precisamente, por lo que sólo lo recomiendo si ya leíste algo de ella y sobre
todo, si lo quieres leer todo de Yoko. Es una historia sin más que tampoco te
dejará huella.