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viernes, 14 de agosto de 2015

Reseña: El paciente impaciente y otras anécdotas de la Boticaria García-Marián García



Título: El paciente impaciente y otras anécdotas de la Boticaria García
Autor: Marián García
Editorial: La esfera de los libros
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 376
ISBN: 9788490602973


SINOPSIS DE LA EDITORIAL: 


«Deme mis pastillas de la tensión, esas que son blancas y redondas». «¿Usted cree que si me tomo una copita de orujo con estas píldoras tendré muchos efectos perversos?». «Anda bonita, si no tienes ningún termómetro empezado sácame uno nuevo y de aquí a un rato te lo devuelvo impecable».


Sí, créaselo. Estas son solo algunas de las frases habituales que pueden escucharse en la farmacia de la Boticaria García. Reales como la vida misma y pronunciadas por personajes tan peculiares como el Paciente Cotilla, el Paciente con Dentadura Postiza, la Madre Primeriza, la Paciente Beauty, el Niño de los Recados… ¡Todos ellos creyendo que siempre tienen razón! Y al otro lado del mostrador, encomendándose al Santo Job para poder atenderles como se merecen, elFarma-rural, la Farmapija, el Farmahierbas, el Farmatuitero…

En este divertidísimo libro su autora, Marián García —conocida como Boticaria García tras el éxito de su blog, con más de 200.000 visitas mensuales—, ha recopilado las anécdotas más disparatadas para ofrecer a los lectores una radiografía de la parroquia que desfila por las farmacias españolas. Una visión de los usos y costumbres de esa clientela que da patadas al vademécum pero, eso sí, alegra los días de quienes trabajan de cara al público.

MARIAN GARCIA, LA AUTORA: 

Marián García creció en la rebotica de una farmacia manchega donde no solo aprendió a andar, sino también los entresijos de una profesión que acabaría convirtiendo en la suya propia. Podría decirse que es boticaria desde la cuna, pero decidió darle un toque oficial pasando unos años por la Complutense, de donde salió como licenciada en Farmacia y doctora en Nutrición.

Entre sus aficiones, además de matricularse compulsivamente en la universidad (también estudió el grado de Nutrición Humana y Dietética y la diplomatura de Óptica y Optometría), siempre ha estado la de escribir. Empezó el blog Boticaria García para aunar afición y profesión y, de paso, intentar ganar alguna batalla al Doctor Google haciendo divulgación sanitaria de forma amena y sencilla.

Este libro recoge algunas de las disparatadas situaciones que la autora ha ido encontrando al otro lado del mostrador, tanto en la farmacia rural de Cuenca, donde pasó largos años, como en la actual, a pocos kilómetros de Madrid.







IMPRESIONES: 


La farmacia es, sin darnos cuenta, un lugar en el que pasamos buena parte de nuestra vida. Es más; estamos ahí incluso antes de nacer, ya que nuestras madres tienen que pasar por una farmacia para hacerse el test de embarazo y durante el mismo empiezan a ser asiduas a este establecimiento. 

Y no digo nada, cuando nacemos... Que si los biberones, las papillas, los chupetes... Y luego los jarabes y las inyecciones... Todas las familias necesitan una farmacia cerca de su casa y todos tenemos una farmacia de referencia y de confianza donde compramos los medicamentos que nos manda el médico cuando estamos malitos. O bueno, muchas veces ni pasamos por la consulta de nuestro doctor de cabecera y si nuestra dolencia no es muy grave, vamos directamente a hablar con nuestra boticaria particular para que nos de algo que nos alivie (y cure). Algo para lo que no haga falta receta, claro. 




Si hacemos cuentas, en la farmacia estamos siempre y si nuestros padres fueron antes de que naciéramos, luego nos puede tocar a nosotros ir alguna vez por lo mismo... Es un bucle, ya veis. 


Por este motivo, la farmacia se convierte en un lugar donde se concentra gente de muy diversas edades y situaciones, lo que da lugar a infinitas anécdotas y vivencias de todo tipo. Bueno, qué digo “gente de muy diversas edades y situaciones”, en realidad ahí se concentra todo el mundo, desde bebés a ancianos, pasando por adolescentes y padres de familia. Cada uno con unas necesidades distintas, obviamente. 

A mí la farmacia es un sitio que siempre me llamó la atención e incluso estuve pensando en estudiar para trabajar en estos establecimientos, pero al final me decanté por otros estudios. Y en plena decisión acerca de que podría estudiar, apareció este libro que habla de las anécdotas reales que ocurrieron en una farmacia (primero rural y luego de barrio). Y es que si se trabaja al otro lado del mostrador, uno se puede encontrar de todo y si es en una farmacia, ya os podéis imaginar... Por cierto, el hecho de que al final no quise terminar trabajando en una farmacia, no tuvo nada que ver con la lectura del libro. Es más, si estáis pensando en estudiar algo relacionado con farmacia (ya sea la carrera o el módulo), este libro debería ser obligatorio. Comencemos a hablar de él... 

El libro comienza con una introducción en la que la autora se nos presenta diciendo que está ahí “por obra y gracia del orden alfabético”, ya que sus padres cuando estudiaban Farmacia tenían que sentarse juntos en el laboratorio debido a sus apellidos. Y así surgió el amor, que les llevó a abrir una Farmacia rural en un pueblo de Cuenca donde ella nació. Así que su destino estuvo claro siempre: tenía que estudiar Farmacia (una carrera donde abundan las mujeres. Y si no fijaos la de pocos farmacéuticos hombres que hay). 



Marián García, la autora, se puede decir que ha mamado la vida de una Farmacia, así que os podéis imaginar lo que ha tenido que ver y escuchar esta mujer estando detrás de un mostrador de este imprescindible negocio.

Lo primero que encontramos en una buena selección de los tipos de pacientes que entran por su farmacia. Esta peculiar clasificación ocupa casi todo el libro y en ella aparecen gente como la madre primeriza o el paciente enamorado (ese que entra porque le gusta una de las dependientas y no se atreve a decírselo). 

Nunca falta tampoco el paciente pedigüeño que se muere por tener una muestra de cada producto en su casa . Y pobre de la farmacéutica que le escatime alguna de esas cotizadas muestras: el pedigüeño se lo tomará como una auténtica ofensa. ¿Qué es eso de dar esos regalos a su cuñada o a su suegra y no él? XD:

Aunque puestos a pedir (valga la redundancia), el pedigüeño se creerá que toda la farmacia es suya y si se necesita unas tijeras, allá acudirá. Lo que sea menos comprar el objeto en cuestión, que para eso está la farmacia. 

También tenemos al niño o al marido de los recados (esos que van a comprar de parte de la mamá o de la mujer). Normalmente acuden con papel en mano con el producto apuntado en cuestión. Pero lo mejor en estos casos y para evitar incidentes (o conflictos familiares) es eso de “ante la duda, llama a mi madre” (o a mi mujer). Y en esta era de los móviles y de los whatsapp, donde la comunicación es rápida e instantánea, el consejo no puede ser más acertado.




Otra que aparece siempre es la paciente abuela y en este apartado encontramos un peculiar estudio que se encargó de hacer la autora entre sus pacientes-abuelas. Con un muestrario de 100 abuelitas podemos ver cómo son las abuelas de nuestro país prácticamente. Desde las abuelas “full time” a las abuelas que ven a sus nietos de vez en cuando porque viven en otra ciudad (en el mejor de los casos), en este capítulo vemos cómo una farmacia se puede convertir en auténtico lugar para hacer todo tipo de estudio sociológico (y bueno, psicológico también, para que nos vamos a engañar).


Un paciente que me hizo mucha gracia es el “Rectal” que al leer en el prospecto eso de “vía rectal” para usar un supositorio, el bueno hombre se tomó al pie de la letra lo de recta y pensó aquello que aprendíamos en el colegio y que decía lo de “el camino más corto entre 2 puntos es la línea recta” y decidió meter el supositorio, así, “por la recta”.

Eso sí, como anécdota para enmarcar la protagonizó una tal Gregoria, que quería toda costa la almohadilla de tinta para estampar el sello de la farmacia. Ni en el mejor guión de novela de intriga o de película policíaca aparece el “leit motiv” que le llevaba a Doña Gregoria a pedir semejante objeto. No os sigo contando, pero os aviso que todo es muy tétrico y hay que adaptarlo al carnet de identidad que usábamos antes... 

Y adaptándonos a los nuevos tiempos, vemos como ya aparece el paciente Google (ese que se las sabe todas encomendándose a San Google Bendito de Todos los Santos). De hecho, viendo la pobre boticaria que no podía con el enemigo, se unió a él y decidió ella misma usar Internet como arma informativa creando un blog de enorme éxito. 

Y, por supuesto, tenemos a la cotilla del barrio que no sabe qué hacer para enterarse de la vida de todos los pacientes que pasan por la botica o la pija que eso de Aloe Vera le suena a Loewe. O al moroso que se acostumbra a llevarse los medicamentos (o lo que se le antoje) “by the face”. Y como no: el que va a pesarse nada más (me identifico). Cuenta una leyenda que un farmacéutico de Soria amortizó una báscula, así que imaginaos lo que es tomarse la tensión, que la mayoría de las veces es gratis. Vamos, que las farmacias a veces se convierten en auténticas ONG's. Por cierto, yo voy a una farmacia donde te puedes pesar gratis (y es que si se sabe que la dueña está forrada de por sí, para qué quiere pedir 1 euro por pesarte. Eso sí: te da hasta tu IMC y todo. Para que luego digan). 

Leyendo este libro, me daba cuenta que los tipos de clientes que acuden a una farmacia no son mucho más diferentes que los que acuden a otra clase de negocio. Que al final son las mismas personas y son iguales tanto si van a comprar pan como sin van a comprar un medicamento. Yo que trabajé mucho de cara al público, según iba leyendo los distintos pacientes, sentía que conocía a muchos de ellos. Eso sí, después de ver el amplio abanico de gente asidua a dicho establecimiento, hay uno que me llamó la atención y es el Paciente Perfecto que es aquel que lo hace todo bien. Y parece ser que no es una leyenda urbana y que existe de verdad. Lo malo que como no destacan por nada concreto que hasta nos pueden pasar desapercibidos, los pobres. 

Y como lo más importante de una farmacia al fin y al cabo son los que las regentan, la autora también hace una clasificación de los tipos de farmacéuticos que podemos encontrar detrás del mostrador. Entre otros tenemos al “farmasaurio”, que es aquel boticario que quedó anclado en el pasado y no conoce lo que es un ordenador si quiera (mejor que no se encuentre con el paciente Google). Sobrevive alguno, pero supongo que esta especie estará en peligro de extinción y como ocurrió con los dinosaurios, su destino será desaparecer de la tierra para siempre. 


También encontramos al “farmagaláctico”, que probablemente se crea un fichaje de Florentino Pérez para el Real Madrid. Su farmacia no es la clásica botica de las de siempre, si no que aquello parece sacado de la segunda parte de Regreso al futuro, donde todo era muy futurista. Al final hasta te venden maquillajes y el personal viste con un uniforme alejado de la bata blanca convencional. Supongo que aquí comprará la paciente pija, o sea. 



Porque la pija de la capital no se llevará nada bien con el farma-rural, ese dueño de una farmacia de pueblo pequeño donde la pija acude de vacaciones (y bueno, esas farmacias supongo que no tendrán mucho que ver con las del farmagaláctico que sueña con ser estrella del Real Madrid). 

Claro que también hay una versión pija de farmacéutica que convertirá su negocio en la sección de perfumería y dietética de El Corte Inglés. Con la paciente pija ni fu ni fa pero con el rural... Le ocurrirá lo mismo que a la paciente pija con el farma-rural.... Y es que eso de que los extremos se atraen, en la farmacias como que no funciona.



Y, como no, también tenemos al Farmainvisible, ese titular que sólo va a la farmacia para hacer caja y poco más. El negocio se lo llevan sus empleados y él se dedica a otros menesteres (como jugar al golf). Eso sí, a este tipo de farmacéutico, la crisis se lo llevó a mejor vida y ahora es muy raro encontrar una farmacia con un dueño desparecido en combate; algo que se puede extender a todo tipo de negocios, ya que si os fijáis desde que nuestra economía cayó en picado, todos los dueños acuden a trabajar como un empleado más. 

Y con toda la clasificación de pacientes y boticarios hecha, la autora dedica un capítulo a una noche de guardia donde según la hora de apertura, así serán los pacientes que acudirán al establecimiento.

Por último, la autora nos hace un glosario por orden alfabético de las patadas que la gente da al vademécum (el diccionario de los farmacéuticos). Así encontramos el virus de Iberdrola, el ácido borrico, pacientes con las alterias (o arterias) altas o que toman cláusulas o alubias para curar su tensión. También están los que se ponen los “depositorios” por la vía rectal (ya sabéis, por la recta) y ninguno quiere, como no, que sus medicamentos les produzcan “efectos perversos”. Y hay uno con el que me siento identificada y es el Espidifén, que nunca sé pronunciar y como una no quiere bajo ningún concepto meter la pata en público con una palabra, prefiere las aspirinas de toda la vida y ya está (que para eso hice la EGB y lo sabéis). Tampoco lo del Ibuprofeno lo llevo demasiado bien, así que nada (menos mal que la aspirina me va bien que si no...). 

Pero lo mejor fue ese Paciente-Rural que dijo que su hija había tenido un “alboroto" con el “féretro” muerto después de una “necesárea”. Lo que está claro que para trabajar en una farmacia hace falta saber todo tipo de dialectos y tener mucho ingenio (y parece ser que aquí lo del Google no funciona mucho). 

CONCLUSION: 

De verdad que recomiendo este libro a todo el mundo tanto si se está relacionado con este mundo como si no. Al fin y al cabo a nadie una farmacia le parecerá un sitio ajeno, ya que es evidente que aunque sea muy de vez en cuando, acudimos a un establecimiento de estos. Con él te ríes aunque también muchas veces te echas las manos a la cabeza comprobando la de anécdotas de todo tipo que se pueden dar ahí. Durante su lectura, además, se me vino a la memoria aquella serie de Antena 3 llamada Farmacia de Guardia y que giraba en torno a una farmacia con sus clientes habituales y sus mancebas bastante atípicas que les tocaba tener. Como no podía ser de otra forma, os lo recomiendo totalmente, ya que os encantará (y hasta os sentiréis identificados muchas veces). IMPRESCINDIBLE. 






4 comentarios:

  1. Yo no estoy para nada relacionada con el mundo farmacéutico pero estoy convencida de que me reiría muchísimo con este libro. Me lo apunto, que seguro que me gusta
    Besos

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  2. Pues no me hubiera fijado en este libro, pero creo que echaría muy buen rato con él. Lo voy a tener en cuenta.
    Besotes!!!

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  3. Yo creo que estos libros se disfrutan más cuando tienes alguna vinculación con la profesión por lo que no estoy segura de que fuese para mí.

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    1. Te puedo asegurar que se disfruta igual tanto si se tiene que ver con el mundo de la farmacia como sí no. Y a partir de entonces mirarás una farmacia de otra manera.

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