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lunes, 6 de agosto de 2012

Recordando a... Chavela Vargas


Ayer domingo en que un jamaicano dejaba claro que lo suyo es la velocidad (y 7 de los que iban con él no se lo pusieron nada fácil) fallecía Chavela Vargas. Para muchos españoles de mi generación, la dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena, está íntimamente relacionada con Joaquín Sabina. Es más, la conocimos gracias a él, con la ya mítica canción titulada Por el bulevar de los sueños rotos donde habla de ella y dice entre otras cosas que “las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas”.

Ayer el propio Joaquín Sabina, le dedicó una carta de despedida: 

Andaba dibujando en un cuadernito, una costumbre que recién adquirí, cuando vi por la televisión, encendida sin sonido, la imagen de Chavela. Di voz al aparato. Se nos fue, escuché. Y me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido. Siempre me culpé por no ser capaz de llorar con la muerte de mis padres, pero esta vez me venció el desconsuelo. Yo nunca me tomé copas con mis ídolos: Bob Dylan, Leonard Cohen o Brassens. Y sí, con Chavela, con la que he cantado, nos hemos abrazado y reído hasta hartarnos. Todas esas veces cuentan y contarán siempre entre las más grandes cosas que me han sucedido en la vida.

Será difícil, por ejemplo, olvidar cómo la conocí. Fue una noche de hace unos veinte años, en Madrid, en la sala Morasol. Dijo: “Yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”. Y yo tuve que escribirle una canción con esa frase. Ya se había recuperado de su alcoholismo. Calculaba que había bebido algo así como 1,8 millones de botellas de tequila y solía decirme cuando me veía beberlo a mí: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”. Al conocer la triste noticia, que todos veníamos anticipando, he sentido la necesidad de bajar al bar a tomar uno a su salud, aunque el brebaje sin ella siempre será de los malos.

Aquella primera vez, pedí a Pedro Almodóvar que nos presentara. Al acercarme, escuché cómo él le contaba quién era yo, pues Chavela no tenía la menor idea. “La admiro desde niño”, le dije. “Yo también le admiro mucho a usted”, contestó. Ante la mentira, exclamé. “Vete a la mierda”. Nos fundimos en un largo abrazo del que nunca nos libramos hasta ayer mismo, incluso aunque no pudiéramos vernos en su última visita a España, un viaje que quizá no debió hacer, pues no estaba en condiciones. Entonces, yo estaba de gira y a ella la ingresaron en un hospital.

Con su desaparición, se pierde una manera de cantar llorando, un quejío inigualable, una expresividad fuera de lo común. Unos cojones y unos ovarios nunca vistos en la música popular desde la muerte del bandoneonista Ricardo Goyeneche. Ella no vendía una voz, vendía un estilo. Era una maestra en perder la primera al tiempo que ganaba lo segundo. Algo en lo que yo, sin duda, tengo mucho que aprender. En estos momentos de pérdida me digo: ¡Quién pudiera reír como llora Chavela! Y recuerdo algo estas palabras de Almodóvar: “Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella”.

Joaquín Sabina.

 
Os dejo 2 canciones:

La primera es Noche de bodas, donde Sabina canta con Chavela. Ya sabéis: “que todas las noches sean noches de bodas, que todas las lunas sean lunas de miel": 



Y, por supuesto, Por el bulevar de los sueños rotos. No canta Chavela, pero no hace falta. Una de las mejores canciones del flaco, con música de Los Secretos, que no se me olvide. Hasta siempre, Chavela, quién pudiera reir como llorabas tú:




En el bulevar de los sueños rotos 
vive una dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena. 
Mestiza ardiente de lengua libre, 
gata valiente de piel de tigre 
con voz de rayo de luna llena. 

Por el bulevar de los sueños rotos 
pasan de largo los terremotos 
 y hay un tequila por cada duda. 
Cuando Agustín se sienta al piano 
Diego Rivera, lápiz en mano, 
dibuja a Frida Kahlo desnuda. 

Se escapó de cárcel de amor, 
de un delirio de alcohol, 
de mil noches en vela. 
Se dejó el corazón en Madrid 
¡quien supiera reír como llora Chavela! 
Por el bulevar de los sueños rotos 
desconsolados van los devotos 
de San Antonio pidiendo besos 
Ponme la mano aquí Macorina 
rezan tus fieles por las cantinas, 
Paloma Negra de los excesos. 

Por el bulevar de los sueños rotos
 moja una lágrima antiguas fotos 
y una canción se burla del miedo. 
Las amarguras no son amargas 
cuando las canta Chavela Vargas 
y las escribe un tal José Alfredo. 
(Estribillo) 

Las amarguras no son amargas 
 cuando las canta Chavela Vargas 
y las escribe un tal José Alfredo. (
Estribillo) 
Por el boulevar de los sueños rotos...

5 comentarios:

  1. Efectivamente, "las amarguras no son amargas", pero en esta ocasión, sí un poco tristes. Un beso, Leira.

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  2. Qué gran canción la de Sabina! Triste noticia la que recibimos ayer. Pero siempre nos quedarán sus canciones para recordarla.
    Besotes!!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  4. Inolvidable Chavela y su voz desgarrada!!
    Besos,

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